En España el 10% de las mujeres toman psicofármacos todos los días, y el 30% de las mujeres los han probado alguna vez. El número de personas que toman psicofármacos ha crecido rápidamente, especialmente aumenta el consumo de benzodiacepinas y antidepresivos.
Se recetan principalmente a mujeres que sufren estrés, depresión, ansiedad y problemas del sueño. Está relacionado con tener baja autoestima, déficit afectivo, sensación de aislamiento y tienen pocas habilidades sociales.
Las personas profesionales de la salud han alertado sobre este rápido crecimiento. Lo han llamado la tranquilidad recetada. Se recetan psicofármacos para que las mujeres estén tranquilas mientras trabajan más, tienen más presión y más problemas sociales. Así las mujeres continúan cumpliendo el rol que tradicionalmente se les ha asignado: obedientes, pacientes y trabajadoras.
Las desigualdades sociales que todavía existen, por ser mujeres, afectan negativamente a la salud y pueden hacer que necesitemos psicofármacos.
Los estudios dicen que muchas de las mujeres que toman psicofármacos, sufren una doble jornada laboral. Se ha producido una incorporación de las mujeres en el mercado laboral, pero el trabajo dentro del hogar todavía no se ha repartido de forma igualitaria: el resultado es que las mujeres trabajan fuera y dentro de casa. Se sienten estresadas y sobrecargadas. Con sobrecarga física y también mental, al tener la cabeza pensando en muchos temas diferentes.
A las mujeres les cuesta más encontrar un trabajo que a los hombres. Los trabajos que consiguen son más rutinarios y poco satisfactorios. Tienen miedo a ser despedidas, por eso trabajan más horas y se esfuerzan más. Presentan más síntomas de agotamiento físico y emocional. El cansancio puede generar problemas para prestar atención, se cometen errores, aparecen los nervios y se pierde el ritmo del sueño al pasar noches pensando. Esta situación al final puede generar situaciones de ansiedad.
Además, las mujeres todavía seguimos siendo las principales responsables de los cuidados: cuidar a personas mayores, a la infancia, a las personas enfermas, limpiar la casa, organizar un hogar, etc. Es un trabajo duro, difícil y necesario en la sociedad. Pero este trabajo está muy poco valorado social y económicamente. Muchas mujeres lo hacen gratis dentro de su familia. Esta falta de reconocimiento afecta a la autoestima y puede generar estados depresivos.
El sentimiento de soledad, el aislamiento social y las limitaciones en las habilidades sociales son otros de los problemas que afectan más a las mujeres. Tradicionalmente a las niñas se las han educado con juegos más individuales, tranquilos y con pocas amistades. A los chicos, en juegos de movilidad, de equipo y de competencia. El juego es importante porque es un entrenamiento para la vida adulta. Por eso a muchas mujeres nos cuestan las relaciones sociales y somos más introvertidas. Existen menos espacios de relación y de comunicación para las mujeres, con un mayor aislamiento social.
Por otra parte, son las mujeres quienes manifiestan sentir más presión para cumplir el estereotipo de belleza femenina. No sentirse a gusto con su cuerpo puede generar problemas de autoestima y trastornos alimenticios como la anorexia o la bulimia.
También son más las mujeres que expresan insatisfacción en sus relaciones afectivas de pareja y en su entorno familiar.
En conclusión, no hay características biológicas en el cuerpo de las mujeres que estén relacionadas con sufrir más depresión, ansiedad o problemas para dormir. No son problemas de nuestro cuerpo como mujeres. Pero la discriminación social y la desigualdad que todavía sufrimos las mujeres sí se ve reflejando en nuestra salud.