Umbrio por la pena, casi bruno, porque la penatizna cuando estalla, donde yo no me hallo no se halla hombre más apenado que ninguno.
Sobre la pena duermo solo y uno, pena es mi paz y pena mi batalla, perro que ni me deja ni se calla, siempre a su dueño fiel, pero importuno.
Cardos y penas llevo por corona, cardos y penas siembran sus leopardos y no me dejan bueno hueso alguno.
No podrá con la pena mi persona rodeada de penas y de cardos: ¡cuánto penar para morirse uno!
El rayo que no cesa
1934-1935
C/Islas Aleutianas, nº 28. 28035 Madrid.
Teléfono: 91 376 85 60, Fax: 91 376 85 64